Cuando las chicas se conocieron en Piura se hicieron
amigas de inmediato, Llari llegaba al colegio trasladada de Lima y la única que
se había atrevido a hablarle fue Sofía. Era un colegio religioso, muy estricto
y con chicas muy remilgadas. Sofía vio en Illari a la amiga que necesitaba para
sobrellevar el ambiente sofocante de la alta sociedad piurana.
Cuando se permitieron conocerse, Sofía sabía que no se
había equivocado, que Llari era a quien había estado buscando y viceversa. Las
familias de ambas hacían negocios así que los problemas de adultos no las
alcanzaban. Se pasaban los fines de semana en casa de una o de la otra,
paseaban por los cultivos, jugaban con los hijos de los campesinos, para ellas
las distinciones de “clases” las dejaban para otra gente, ellas habían crecido
con esos chicos y, por lo tanto, eran iguales.
Pasaban los años, las chicas eran inseparables, se
tapaban cosas ante sus padres, pero eso no evitaba las reprimendas entre ellas.
Sofía siempre fue la más cauta, Illari hacía lo que el corazón y la curiosidad
le mandaban. Se metían en problemas, pero la libraban bien. Tenían un trato,
Chofi le ayudaba con todo lo relacionado al colegio y Llari le enseñaba todo lo
relacionado a lo, como decirlo, divertirse.
Todo iba tan bien, tenían planeado qué iban a hacer
cuando terminen el colegio, iban a estudiar juntas, iban a tener novios amigos,
se iban a casar juntas y criarían a sus hijos juntas. De esos planes, en la
actualidad, sólo conservaban el estudiar juntas aunque a Llari le haya sido
casi impuesto.
Illari quería ser artista, su talento para cantar y
actuar era innato, pero cuando se lo planteó a sus papás pegaron el grito al
cielo. Sofía siempre quiso ser economista, pero le dolía que su “hermana”
sufriera por no poder ser lo que quería.
Con la noticia de querer ser artista llegó el divorcio
de los papás de Illari, las pugnas por su custodia fueron casi sangrientas,
ellos argumentaban amor, ella se sentía como un trofeo de guerra. Era su mamá
la que se quería divorciar, quería vivir fuera del país, había conocido a un
hombre de negocios en uno de sus viajes. Illari no quería saber nada con irse,
pero la justicia decidió por ella y un martes, por la mañana, le anunciaron que
debía hacer sus maletas, el lunes siguiente partirían a Londres.
Pataleó, gritó, lloró pero no importaba, la decisión
estaba tomada, ella sólo debía cumplirla. En ese instante Illari odió a sus
papás, a ella por llevársela y a él por no hacer nada para impedirlo.
No la dejaban verse con Sofía –es mejor que cortes de
una vez, después es más difícil –fueron las palabras de su madre ante la insistencia
de la muchacha por ver a su amiga. El domingo, un día antes de irse, Llari le
pidió a Sofía verse en una plaza en la que se reunían a escondidas cada vez que
las castigaban, –a las 4 te voy a estar esperando –dijo rápido por teléfono y
colgó.
Illari fue a la plaza nerviosa, necesitaba ver a
Sofía. Eran las 4, Llari no paraba de frotarse las manos, Chofi jamás llegaba
tarde, odiaba esperar y que la esperen. –5 minutos más –se decía Llari, Chofi
no me va a fallar.
–Dime que estás nerviosa por el viaje y no porque
pensabas que no iba a venir –dijo Sofía cruzada de brazos y levantando una
ceja.
-Ay! me hiciste sufrir desgraciada, por qué demoraste?
–Mis papás hicieron un almuerzo y no podía zafar, si
les decía que te vería se me armaba un chongazo, así que tuve que ver en qué
momento salir –decía Sofía sentándose en una de las bancas de la plaza.
–Gracias por venir, Cho –dijo Llari con lágrimas en
los ojos.
–No, tonta, no llores –se paró Sofía y la abrazó.
Illari dejó salir todo lo que tenía contenido, lloraba y lloraba, el hombro de
Sofía ya estaba mojado por las lágrimas de su amiga.
–No me quiero ir Chofi, te juro, no sé qué hacer,
nadie me hace caso, les importo una mierda –decía Llari secando sus lágrimas
con la manga derecha de su chompa, era fines de julio.
–Sabes que no podemos hacer nada, no quiero que te
vayas mal, tienes que estar tranquila, y ponerle lo mejor a tu nueva vida. Vas
a ir a un nuevo colegio, una nueva sociedad, tienes que adaptarte Llari, no
quiero que lo pases mal –le decía Sofía con suavidad y la jalaba para que se
sentaran juntas, tal vez, por última vez en esa banca.
Illari suspiró, de su morral sacó una bolsita de seda
azul y se la dio a Sofía –toma, espero que te guste –le dijo intentando formar
una sonrisa. Sofía cogió la bolsa, la abrió y de ella sacó una cadenita con un
dije de estrella. Sofía miró a Llari –y esto? –dijo sonriendo.
–Siempre me dices que voy a ser una gran estrella, que
soy tu estrella y sé que me vas a extrañar tanto como yo a ti, así que tal vez
esto alivie un poco eso –le dijo Illari, tomando la cadenita y poniéndosela en
el cuello. Sofía sonreía, pero ya no evitaba que las lágrimas caigan por sus
mejillas.
–Nunca he conocido a nadie más terco que tú, cholita,
yo estoy segurísima de que vas a ser lo que quieres ser, no te vas a conformar
con menos de eso –dijo Chofi, acariciando el dije y le dio un abrazo.
–Ya está, no más llanto –dijo Illari y se pasaba las
manos por los ojos –es nuestra despedida y tiene que ser cantando. Sofía
sonrió.
Siguieron en la plaza cantando y bailando, haciendo
sus últimas locuras juntas, pero el tiempo apremiaba y se debían despedir,
ellas lo sabían, pero ninguna quería dar el primer paso. Sofía miro hacia el
cielo y dijo –sabes, tal vez no sea tan malo, creo que es tu destino – y la
miró. Llari la observaba sin entender.
–Cómo mi destino, no entiendo –decía contrariada.
–Illari nombre quechua que significa amanecer,
resplandeciente, tal vez este sea tu nuevo amanecer para que esa estrella que
llevas dentro pueda resplandecer.
Llari intentó hablar, pero Chofi le puso un dedo en
los labios en señal de que se callara. –Sabes el roche que me da esto, pero la
ocasión lo amerita –dijo, aclarando la garganta.
♫¿Por qué perder las esperanzas de volverse a ver?
¿Por qué perder las esperanzas de
volverse a ver?
No es más que un hasta luego
No es más que un breve adiós
Adiós, adiós, un día quizás nos
volvamos a encontrar♫
Nota: Jipi Jay es una canción en ritmo afroperuano que muchos cantamos en la despedida de alguien querido.
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