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lunes, 11 de junio de 2012

Sueños 2...


Ella llegó a la ciudad con muchas ilusiones, dos maletas, un morral y una carpeta con todos sus papeles para inscribirse en la facultad de economía. Siempre había sido buena en los estudios y la idea de poder contribuir a mejorar su país hacía que el pecho se le ensanche de orgullo.

Había viajado mucho, había vivido algunas temporadas en grandes ciudades del mundo, pero nunca a la "gran capital", como ella la llamaba, la sensación de vivir allí hacía que se paralice. Cerró los ojos un instante para respirar hondo, en esa negrura pudo recordar a su madre sollozando el día que se marchó. Sacudió la cabeza y se dijo, ya está! Hoy es otro día, hoy es otra vida.

Miró su reloj y bufó, el vuelo había llegado a tiempo, pero no había nadie con un cartel para ella, ahora le tocaba esperar. Se sentó en la tercera fila de la sala del aeropuerto, se colocó los audífonos y largó un fuerte suspiro, odiaba esperar. Apretó los labios y esbozó una sonrisa: Tiempo al tiempo empezó a sonar.

Se deslizaba en el asiento, se enderezaba, se ponía de lado, se paraba, revisaba el reloj, se sentaba, colocó la cabeza entre sus piernas y se maldijo por haber olvidado el celular y no tener monedas.

En ese ínterin una muchacha morocha, de estatura mediana, llegaba agitada a la entrada del aeropuerto. Revisó el reloj y corrió hacia la puerta de llegadas. De su mochila sacó una cartulina azul marino en cuyo centro había escrito Sofía.

Lo único que Marlen sabía de Sofía era que venía de un pueblo cafetalero, que su familia tenía dinero y que sería su nueva roommate. Cuando le dieron esta última noticia, a Marlen no le cayó nada bien, era ella de una familia de clase media baja y le había costado horrores poder lograr entrar a esa universidad. No le parecía justo que la gente rica, venga del pueblo que sea, también puedan entrar pudiendo pagarse una privada. Para Marlen, Sofía sólo le estaba quitando posibilidades a alguien que de verdad lo necesitaba.   

La universidad tenía dormitorios para los chicos que eran becados* y, por reglamento, un alumno de capital debía compartir habitación con alguien de provincia, éste era el caso de Marlen y Sofía.

Marlen estaba parada junto a la salida de pasajeros con los brazos, ya, cansados de tener el cartel y ni sombras de Sofía. Quiso llamarla al celular, ¡mierda! No tengo saldo, dónde se habrá metido ésta tarada, Dios, ahora no tomó el vuelo correcto y estoy como estúpida esperando! –bufó.

Sofía se puso los lentes de sol, tomo sus maletas y salió de la sala, estaba agotada y furiosa, no entendía por qué no habían ido por ella, por qué las personas eran tan irresponsables. Lo único que le quedaba era tomar un taxi, pedir que la lleven hasta la universidad y exigir una explicación.  

Acercándose a la fila de los carros amarillos, decidió echar un vistazo a la sala de arribos, se acercó –pero que tonta, si no conozco a quien me va a venir a buscar –se dijo resoplando.

Harta de esperar Marlen acudió a su último recurso, contó hasta tres y empezó ¡Sofía, Sofía! ¡Sofía Lazarte ¿estás por aquí? –gritaba sin parar, la gente la miraba asombrada. Cuando escuchó su nombre, Sofía levantó la cabeza y se puso como un tomate, no podía creer que había una mujer vestida como loca gritando en medio del aeropuerto y por ella, que me trague la tierra, deseó con toda su alma.

Marlen se percató de la chica petrificada en la entrada de la sala, los ojos se le pusieron como platos y se acercó. ¿Sofía? –preguntó con incredulidad. La otra muchacha asintió con la cabeza, todavía en shock por lo que acababa de pasar. ¿tú eres Sofía Lazarte? – volvió a asentir, -¿me estás jodiendo? –replicó Marlen. Un poco harta de la situación, Sofía se sacó los lentes de sol y la miró a los ojos indignada –soy Sofía Lazarte, Chofi para los amigos, pero como no creo que eso llegue a pasar, soy, simplemente, Sofía y tú debes ser Marlen Palomino, ¿verdad? –Marlen no sabía que decir, no sabía si estaba molesta o avergonzada, sólo asintió. Bueno Marlen, un placer –dijo con ironía, ¿nos vamos?, Marlen no decía nada, ¡hey! ¡despierta!, Marlen se sobresaltó, sí vamos, vamos –fue lo único que pudo decir.

Subieron las maletas al taxi y de inmediato, Sofía se colocó en el asiento detrás del copiloto y puso el seguro. Marlen arqueó una ceja y subió por la otra puerta. Ambas iban mirando hacia el frente, ninguna se animaba a decir nada. El chofer veía las caras de ambas chicas y no se animó a poner música. Sofía se volvió a colocar los audífonos y Marlen cerró los ojos, tiempo al tiempo, volvió a sonar…



Continuará...

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