Tantas veces Adriana la había invitado, necesitaba escapar y la villa al sur de Livorno era un buen refugio…
***
–Dale, mi amor, mándale un beso a papá –dijo con suavidad para que su niña grabe el video de todos los meses.
–Papi, te mando un beso muy grande. Él se asoma a la pantalla de la computadora.
–ahhhh! Abuela, es papá! Es papá! (la nona le hace señas de que siga)
–Hola, mi vida. ¿Cómo estás princesita?
–Bien, yo he soñado con esto siempre, hablar contigo –Ana estira el brazo y pega la mano en la pantalla, él hace lo mismo y no evita que las lágrimas bañen sus mejillas.
–Te amo, te amo mucho chiquita.
–Yo también, papi, me puse un vestido nuevo, quería estar linda para ti, ¿te gusta?
–Me encanta –le sonríe a la pantalla como si con ello se le fuera la vida. Esa niña era su hija, la que sólo conocía por fotos y videos.
–Te extraño papi. ¿Cuándo vienes? quiero abrazarte y darte muchos besos –dijo la nena sacándolo de su ensoñación.
–Prontito voy a estar allá, contigo, mi vida. Te lo prometo –la nena sonreía a más no poder, estaba feliz –Yo quiero que tú vivas con nosotras, acá en Milán, no quiero que nos dejes otra vez –dijo haciendo puchero con la mirada clavada en los dedos que jugaban nerviosos sobre su pecho.
Él sintió una punzada en el corazón –me tengo que ir… Mi amor, prométeme que te vas a portar bien, si? –la nena asentía –bebé, se feliz, pase lo que pase, se feliz, te amo – le sonrió y la pantalla se puso negra.
–No te vayas papi! Por favor! –pedía con desesperación a la computadora.
Él estaba desvanecido con una sonrisa en los labios…
Continuará...
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