Era viernes, sólo le quedaban dos días libres. Sofía
había estado saliendo con Llari y con las otras chicas. Llari y Emilia habían
pegado onda de inmediato, igual había pasado con Marlen, pero con Jackie no
había manera, cada vez que Llari la veía se le transformaba la cara, no
soportaba que sea tan acomplejada –pobre idiota, la detesto –decía Illari a
Sofía, –no es mala, es sólo que la pobre vive en una nube y cree que tiñéndose
el pelo de rubio, y escondiendo su origen ya es cool –le respondía Sofía,
–bueno señorita, vamos a salir hoy o no? – preguntaba Llari, –uy! Cholita, mepa
que no, he quedado con Ramiro, me da roche* plantarlo –decía Chofi cerrando los
ojos, esperando el reclamo de Llari, –ya pues, que voy a hacer, al menos has
que valga la pena el cambio eh! –decía Llari en tono juguetón, –ahh! Pero
mañana te vienes a casa y me lo cuentas todo, ok –dijo, –ok, ama, lo que usted
diga –respondió Chofi al otro lado del teléfono.
Chofi se sentó en la net y empezó a revisar
sus cosas, redes sociales, email, diarios, bloomberg, chekar la bolsa, las
cosas que hacía cotidianamente. Bajó a almorzar, se sentó con su grupete. Así
se le pasó la tarde entre charlas y amigas. Revisó su reloj y se fue a alistar.
Eligió jeans pitillo, una blusa de algodón con un hombro caído, borcegos,
aretes largos y se sujetó el cabello en una cola alta. Su celular sonó –hola,
Sofi, ya estoy abajo –dijo Ramiro con timidez, –listo, ya voy – respondió
Sofía. Se puso perfume y salió. Ramiro se la quedó mirando embobado, Sofía se
dio cuenta y se sonrojo, tomo aire y siguió con naturalidad. –Hola –dijo, –hola
–respondió él y le dio un beso en la mejilla. Él la invitó a pasar primero y le
señaló su auto, caminaron hacia él, le abrió la puerta, Chofi subió, cerró y
caminó hacia la puerta del piloto. –Dios que roche, me abrió la puerta, joder, tengo
que relajarme –pensaba y sonreía.
Salieron de la muestra, intercambiaban
comentarios, Ramiro la invitó a cenar, pero Sofía prefirió un sándwich, le
parecía muy pronto para una cena. Amagó con pagar, pero Ramiro no se lo
permitió, así que no volvió a intentarlo. Charlaron sobre cine, sobre sus
cosas, la pasaban bien juntos. Ramiro la llevó a la residencia, la acompañó
hasta la puerta de su habitación (era de noche y era coordinador así que podía
colarse) y le recordó que le prestara un libro que ella le había mencionado, –uy!
Ahorita? –preguntó Sofía, –me lo prometiste –dijo él con tono seductor, –bueno,
pasa –dijo Sofía, lo dejó entrar y cerró la puerta.
Él besó su cuello lentamente, besos suaves,
tiernos. Ella estaba a horcajadas de él, le acariciaba la espalda, no quería
desprenderse, lo amaba tanto, no quería que aquello terminara, necesitaba más,
con los besos no le alcanzaban. Estaba completamente húmeda, sus lenguas
danzaban, tirantes y calientes, necesitaban más del otro, él acariciaba sus
piernas, metía las manos por debajo de la minifalda y jugaba con la tanga, la
estaba llevando al límite, la estaba volviendo loca, le encantaba. Ella
desprendió uno por uno los botones de la camisa, sin dejar de besarlo, bajo por
su cuello hacia el pecho, jugó con los pezones, los mordía con suavidad, los
gemidos de él la hacían sentirse atrevida, fogosa. Volvió al cuello con
chuponcitos haciendo que su lengua baile en ese cuello, él no dejaba de
acariciarla, de menearse debajo de ella, “necesito más, necesito sentirte
dentro”, le ronroneó ella en la oreja mientras mordía el lóbulo. La trajo más
hacia él, le corrió el cabello, “si lo pides lo vas a tener princesa” le dijo
con voz ronca, hizo círculos con su lengua, ella lanzaba pequeños gemidos, no
podía más. Tensó un poco el cuerpo cuando lo sintió rozar su piel, su pulsó se
aceleró, era como un alfiler sobre seda, los pasó una vez sobre su cuello,
haciéndola estremecer y entró. Ella lanzo un gran gemido de placer, sentir sus
colmillos era la gloria…
Sofía cerró el libro de golpe, sacudió la
cabeza –mejor me doy una ducha porque cómo estamos Chofi eh? –se burlaba de
ella misma. Se fue al baño, se desnudó y se metió bajo el agua. Disfrutaba de
ese contacto, recordó lo del libro, se sentía caliente, hacía tanto que nadie
la tocaba, volvió a sacudir la cabeza, despejó la mente y sonrió –maldito
libro, me voy a tener que comprar un vibrador, yo no puedo seguir así
–sentenció y cerró la ducha. Se vistió para dormir –pufff –daba vueltas en la
cama –ahora cómo haríamos para conciliar el sueño, no puedo estar tan caliente,
quiero un vampiro –dijo haciendo puchero. Se ayudó a dormir.
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