Sofía estaba tirada en la cama, hacía un buen rato que
estaba despierta y ya debía alistarse, Llari iba a pasar por ella para ir a
comer. Se sentía rara, no había dejado de pensar en Ramiro y eso no le gustaba
nada. Sacudió su cabello, escogió la ropa y se alistó. Esa mañana era especial,
no sabía por qué pero sentía que era así. Tomó el joyero que tenía en el mini
tocador de su habitación, se sentó en la cama y lo puso sobre sus piernas, de
él sacó una cadenita de plata con un dije en forma de estrella. Acarició el
dije con los dedos, con la suavidad con que se toca la seda. Sofía no dejaba de
sonreír, ese recuerdo le había alegrado la mañana. El sonido del celular la
sacó de su ensueño –hola, sí, ya bajo –respondió tratando de despabilarse, estaba
segura de que Llari se pondría contenta cuando viera la cadenita.
–Hola chofa –le dijo Llari y se dieron un beso en la
mejilla, –qué carita de feliz traes, cuéntamelo todo, qué tal tu salida con
Ramiro –decía inquieta Llari, la espera no era una de las virtudes de Illari,
odiaba esperar, odiaba los misterios, las sorpresas y que la gente sea
vueltera, para ella las cosas al punto te ahorraban muchos problemas.
–Con Ramiro todo bien, estuvo buena la peli, luego me
trajo, le presté un libro y se quitó, va le di salida –sonrió –pero yo estoy
feliz por otra cosa, mira lo que tengo acá –dijo mostrándole la cadenita que
llevaba en el cuello.
–No! me muero, no puedo creer que la tengas chofi, me
vas a hacer llorar desgraciada –decía llari tocando el dije con incredulidad.
–Obvio que la tengo –dijo Sofía subiendo a la
camioneta de Llari, –es especial, una vez una niña, un poco pesada por cierto,
me la dio y me dijo que cuando me sienta sola, vea la estrella y ella iba a
estar allí conmigo, que cuando me sienta triste vea la estrella y ella estaría
allí consolándome, que cuando todo esté mal, vea la estrella que ella estaría
allí para mí, como siempre –dijo Sofía mirando con ternura a Llari mientras
ésta encendía la camioneta.
–También te dijo que nunca la olvides, que la
distancia no era capaz de romper su amistad y su amor, que algún día regresaría
y volví –dijo Llari sonriendo.
–Cumpliste tu promesa y yo la mía amiga – dijo Sofía y
Llari hizo el cambio y avanzó.
En el trayecto al
restaurant iban en silencio, esa cadenita las había movilizado, los recuerdos
felices y tristes habían vuelto con una simple cadenita con un dije de
estrella.
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