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miércoles, 11 de julio de 2012

Sueños 3


Luego de 40 minutos llegaron a la residencia estudiantil. Sofía miraba anonadada el lugar, el taxi llevaba un buen rato recorriendo el frontis y no llegaban a la puerta principal. Era inmenso –parece una fortaleza –pensó. El taxi estacionó en la entrada mientras Marlen pedía el permiso para ingresar, se los dan y el auto se pone en marcha.

El recorrido hasta la entrada del edificio mayor estaba custodiado por palmeras y algunas fuentes de mármol. Guau! Es precioso –exclamó Sofía, la verdad que sí, era un palacete virreinal y ahora lo han cedido para los dormitorios de los estudiantes –acotó Marlen. Sofía giró sorprendida, ninguna había emitido palabra en todo el camino, Marlen estaba incómoda – la puta madre, yo y mi bocota- pensó, no quería ser ella quien diera el primer paso, pero allí estaba, como siempre, dando respuesta a todo.

El taxi se estacionó en la entrada del edificio, las muchachas bajaron, Sofía sacó las maletas de la cajuela y buscó su billetera, -tranquila, pago yo –sentenció Marlen entregando el billete al chofer. Subieron las escalinatas jalando las maletas, el auto se puso en marcha.

No tenías porque pagar, yo podía hacerlo, cuánto te debo? –dijo Sofía un poco incómoda. Marlen alzó la ceja, bufó y dijo –no pagué porque quise, me dieron la plata y jamás me quedo con algo que no es mío, cómo no lo podía devolver, hice lo que correspondía, así que nada, ya fue y vamos a registrarte que tengo cosas más importantes que hacer que estar acá contigo, giró y caminó. Sofía se quedó mordiéndose la lengua – pobre estúpida, que se habrá creído, por qué siempre me toca cruzarme con gente tan desagradable ufffff –refunfuñaba. ¡hey! Lazarte piensas venir en algún momento o te mando un comité de bienvenida –gritó Marlen y todos los que estaban en el salón rieron.

Sofía estaba roja de la vergüenza, jalando sus maletas llegó donde Marlen y leyó en la puerta “Administración”. Respiró hondo y entró. Buenas tardes –dijo con un sonido apenas audible, una señora con gafas de marco negro le sonrío y le estiró la mano –buenas tardes, tú debes ser la Srta. Lazarte, verdad? La estábamos esperando –dijo. Sofía respondió al saludo estrechando la mano y sonrió asintiendo a lo que la mujer había preguntado. -Mi nombre es Carmela Arias, soy la encargada de esta residencia –le dijo mientras se sentaba, -Srta. Palomino, ya puede retirarse, yo me encargo de la Srta. Lazarte –dijo a Marlen invitándola a salir. Marlen viró los ojos y salió.

Carmela le indicó a Sofía que se siente y le fue explicando las reglas, Sofía la miraba atenta, pero casi no escuchaba lo que le decía, ella sólo quería darse una ducha y tirarse en la cama. –¿Quedó todo claro? – dijo Carmela, -Sí, todo claro –mintió Sofía. –Vamos, acompáñeme, le voy a mostrar su habitación, luego hará el recorrido de la residencia junto a otros estudiantes –dijo mientras salía. Sofía cogió sus maletas, sus papeles y la siguió. Salieron del edificio y cruzaron a otro más moderno dónde estaban las habitaciones.
Entraron y, con ayuda del personal, subieron el equipaje de Sofía al tercer piso. Caminaron por un pasillo, con vista al parque, hasta el final de este, Carmela abrió la puerta –bienvenida a la residencia de la Universidad de Ciencias y artes del Perú (UCAP), espero su estancia sea satisfactoria, srta. Lazarte. Sofía sonrió – gracias-dijo mientras tomaba la llave y metía las maletas dentro de la habitación. Carmela se fue y Sofía cerró la puerta.

Miraba todo a su alrededor, era un mini departamento con dos dormitorios, un baño y una pequeña sala de estar. –Es perfecto –dijo en voz alta y sonrió. Arrastró las maletas hacia una de las habitaciones, abrió la puerta y su pequeña fantasía de perfección se fue por un tubo, Marlen también vivía allí y, por los visto, esa era su habitación. Contrariada, caminó hacia la otra puerta, puso la mano en la perilla, largó un suspiro y abrió.

La habitación estaba decorada en colores tierra –es linda- dijo – pero muy chiquita –e hizo un puchero como si alguien la pudiera ver. Puso las maletas sobre la cama y empezó a desempacar –si no lo hago ahora, no voy a tener lugar para caminar –se mordió el labio inferior y se puso a acomodar la ropa en los cajones. Una hora más tarde, había terminado de ordenar todo, las maletas bajo la cama, tres libros en un estante, la net en el escritorio y ella estaba agotada. Buscó sus cosas para darse una ducha, se percató de la puerta doble del baño (cada habitación tenía una puerta de acceso al baño), templó el agua, activó el altavoz de su reproductor y se relajó. The Story empezó a sonar.



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