Luego
de 40 minutos llegaron a la residencia estudiantil. Sofía miraba anonadada el
lugar, el taxi llevaba un buen rato recorriendo el frontis y no llegaban a la
puerta principal. Era inmenso –parece una fortaleza –pensó. El taxi estacionó
en la entrada mientras Marlen pedía el permiso para ingresar, se los dan y el
auto se pone en marcha.
El
recorrido hasta la entrada del edificio mayor estaba custodiado por palmeras y
algunas fuentes de mármol. Guau! Es precioso –exclamó Sofía, la verdad que sí,
era un palacete virreinal y ahora lo han cedido para los dormitorios de los
estudiantes –acotó Marlen. Sofía giró sorprendida, ninguna había emitido palabra
en todo el camino, Marlen estaba incómoda – la puta madre, yo y mi bocota-
pensó, no quería ser ella quien diera el primer paso, pero allí estaba, como
siempre, dando respuesta a todo.
El
taxi se estacionó en la entrada del edificio, las muchachas bajaron, Sofía sacó
las maletas de la cajuela y buscó su billetera, -tranquila, pago yo –sentenció Marlen
entregando el billete al chofer. Subieron las escalinatas jalando las maletas,
el auto se puso en marcha.
No
tenías porque pagar, yo podía hacerlo, cuánto te debo? –dijo Sofía un poco
incómoda. Marlen alzó la ceja, bufó y dijo –no pagué porque quise, me dieron la
plata y jamás me quedo con algo que no es mío, cómo no lo podía devolver, hice
lo que correspondía, así que nada, ya fue y vamos a registrarte que tengo cosas
más importantes que hacer que estar acá contigo, giró y caminó. Sofía se quedó mordiéndose
la lengua – pobre estúpida, que se habrá creído, por qué siempre me toca
cruzarme con gente tan desagradable ufffff –refunfuñaba. ¡hey! Lazarte piensas
venir en algún momento o te mando un comité de bienvenida –gritó Marlen y todos
los que estaban en el salón rieron.
Sofía
estaba roja de la vergüenza, jalando sus maletas llegó donde Marlen y leyó en
la puerta “Administración”. Respiró hondo y entró. Buenas tardes –dijo con un
sonido apenas audible, una señora con gafas de marco negro le sonrío y le
estiró la mano –buenas tardes, tú debes ser la Srta. Lazarte, verdad? La estábamos
esperando –dijo. Sofía respondió al saludo estrechando la mano y sonrió
asintiendo a lo que la mujer había preguntado. -Mi nombre es Carmela Arias, soy
la encargada de esta residencia –le dijo mientras se sentaba, -Srta. Palomino,
ya puede retirarse, yo me encargo de la Srta. Lazarte –dijo a Marlen
invitándola a salir. Marlen viró los ojos y salió.
Carmela
le indicó a Sofía que se siente y le fue explicando las reglas, Sofía la miraba
atenta, pero casi no escuchaba lo que le decía, ella sólo quería darse una
ducha y tirarse en la cama. –¿Quedó todo claro? – dijo Carmela, -Sí, todo claro
–mintió Sofía. –Vamos, acompáñeme, le voy a mostrar su habitación, luego hará
el recorrido de la residencia junto a otros estudiantes –dijo mientras salía.
Sofía cogió sus maletas, sus papeles y la siguió. Salieron del edificio y cruzaron
a otro más moderno dónde estaban las habitaciones.
Entraron
y, con ayuda del personal, subieron el equipaje de Sofía al tercer piso. Caminaron
por un pasillo, con vista al parque, hasta el final de este, Carmela abrió la
puerta –bienvenida a la residencia de la Universidad de Ciencias y artes del
Perú (UCAP), espero su estancia sea satisfactoria, srta. Lazarte. Sofía sonrió –
gracias-dijo mientras tomaba la llave y metía las maletas dentro de la
habitación. Carmela se fue y Sofía cerró la puerta.
Miraba
todo a su alrededor, era un mini departamento con dos dormitorios, un baño y
una pequeña sala de estar. –Es perfecto –dijo en voz alta y sonrió. Arrastró las
maletas hacia una de las habitaciones, abrió la puerta y su pequeña fantasía de
perfección se fue por un tubo, Marlen también vivía allí y, por los visto, esa
era su habitación. Contrariada, caminó hacia la otra puerta, puso la mano en la
perilla, largó un suspiro y abrió.
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