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jueves, 12 de julio de 2012

Sueños 5


Sofía trataba de dormir, daba vueltas en la cama, extrañaba su amplia king size con almohadas de plumas de ganso, eran tan suavecitas, pensaba mientras le pegaba a la piedra en la que tenía apoyada la cabeza. Mira hacia el techo, coloca las manos detrás de su cabeza, cierra los ojos y suspira. Pasan los minutos. Abre los ojos, mira el reloj, sólo habían pasado 5 minutos, muerde la colcha ahogando un grito para que Marlen no se moleste. Sonríe –quién iba a decir que a la loca le gustan los ositos de peluche –dijo y soltó una carcajada, se llevó la mano a la boca tratando de callar la risa, pero el imaginar a esa chica abrazando un osito era muy surreal.

Marlen Antonia Palomino Cáceres (sí, Antonia) era una chica de 1.60 cm, no era gorda, pero tampoco flaca, tenía sus rollos y no hacía ningún tipo de intento de acabar con ellos. Ella era feliz así. Siempre vestía con estilos mezclados hippie, yupi, grupi y, a veces, groovy. Era de clase media, vivía en un barrio del populoso cono norte y estudió en un colegio nacional cerca a su casa. Siempre fue estudiosa y su sueño era ingresar a la UCAP. Sus padres, una técnica de enfermería y un operario de la fábrica de fierros, le habían enseñado que todo en la vida cuesta, que a ellos nada les iba a caer del cielo. Le ensañaron a respetar y a valorarse, pero nunca pudieron quitarle ese pequeño resentimiento hacia las personas con dinero. Marlen nunca pasó carencias, pero siempre maldijo su suerte por estudiar en una escuela tan básica, sus padres no podían pagarle otros estudios. Marlen tenía el cabello negro, grueso y esponjoso un poco más abajo de los hombros, de tez clara y ojos negros. Para ella, la gente se dividía en los que tienen plata y los que no, los que tienen la vida fácil y los que no, los que son como Sofía y los que son como ella.

Sofía hizo una mueca, eran las dos de la mañana y ella sin poder dormir. Deseaba que Yacu, su bóxer color miel, se recostara a su lado, sentirse segura y conciliar el sueño, pero no, no estaba Yacu, no era su cama, no era su casa. Las 4 de la mañana, Sofía se durmió.

Toc,toc,toc…toc,toc,toc, Sofía, te buscan!!! ­–gritaba Marlen, nadie respondió, Toc,toc,toc…toc,toc,toc, levántateeeeeeeeee!!! ­–volvió a gritar, cuando iba a golpear la puerta, ésta se abrió ­–qué??? Por qué tanto alboroto? ­–dijo Sofía entre bostezos ­–son las ocho de la mañana ­–no paraba de bostezar. ­–Mira yo no soy tu secretaria, así que sal y arregla tus asuntos, ahí te buscan en la sala ­–dijo Marlen y se metió a su cuarto.

Se refregó los ojos, pero no paraba de bostezar, caminó somnolienta hacia la sala y abrió los ojos como platos frenándose en el umbral ­–quién eres? ­–dijo tímida al hombre. ­–Hola me llamo Ramiro, soy uno de los coordinadores y hoy voy a ser tu guía de grupo para el paseo por la residencia, sólo venía a avisarte que a las nueve y treinta debes estar en el hall para iniciar el recorrido ­–le dijo y sonrió. ­–Recorrido? Es obligatorio? Tengo sueño? ­–dijo sin parar de bostezar. ­–Hum, veo que no has leído las indicaciones para los recién llegados, el recorrido es obligatorio, así como que el desayuno se sirve de ocho a ocho y treinta, y me parece que hoy lo pierdes ­–rió – te espero en el hall, ah, ponte ropa cómoda ­–dijo divertido y se fue. Sofía encogió los hombros y volvió a la cama, quería dormir, pataleó sobre la cama y se paró de ella. Tomó sus cosas, se duchó, vistió y salió para ver si corría con suerte y alcanzaba el desayuno. 



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