Tantas veces Adriana la había invitado, necesitaba escapar y la villa al sur de Livorno era un buen refugio…
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–Dale, mi amor, mándale un beso a papá –dijo con suavidad para que su niña grabe el video de todos los meses.
–Papi, te mando un beso muy grande. Él se asoma a la pantalla de la computadora.
–ahhhh! Abuela, es papá! Es papá! (la nona le hace señas de que siga)
–Hola, mi vida. ¿Cómo estás princesita?
–Bien, yo he soñado con esto siempre, hablar contigo –Ana estira el brazo y pega la mano en la pantalla, él hace lo mismo y no evita que las lágrimas bañen sus mejillas.