Hay sonrisas que hieren como puñales (William Shakespeare)
Desde los 8 hasta los 18 exactamente, era mencionar la palabra foto y mi cara se volvía completamente rígida, extraña, intimidadora, que se yo. ¿Ganas de joder la foto? Tal vez, aunque ahora que las veo lo único que hay es que me jodí a mí misma. Tengo que andar escondiendo esas pruebas de burla y tortura familiar al abrir los álbumes en cada reunión cuando a mis queridas primas se les da por recordar nuestra linda (y no es sarcasmo) infancia en Marcona o en San Jacinto.
A pesar de lo que veo en esas putas fotos, mis recuerdos en esos dos lugares, mar y tierra, son los recuerdos más felices que tengo; son el retrato perfecto en mi mente de que andaba sin zapatos, que me ponía negra como un carbón, que me bañaba en un mar helado o en una acequia media sucia, en fin, de que fui feliz.
Incluso cuando estoy bailando, que es lo que más me gusta hacer, no sonrío. Todas mis compañeras muestran sus mejores sonrisas y yo apenas y miro a la cámara. De repente en mi cabeza loca sonreír era sinónimo de ser tonta ¿?. No sé que paso, pero quisiera saber. Entré a la universidad, conocí nueva gente, nueva ciudad, nuevas cosas y con ellas redescubrí la sonrisa. Tal vez, el hecho de que por primera vez me vi claramente a un espejo (eso es materia de otro post) cambio mi modo de verme.
Ahora, mis fotos van mejorando, sonrío cuando me apetece, aunque debería hacerlo más. Sigo siendo seria, pero trato de regalarle una gran sonrisa a quien se lo merece o creo que lo necesita. Debo admitir que hoy me gusta esa curvatura que forman mis labios contrayendo las mejillas. Quiero aprender a sonreír sin remordimientos! :)